[MUSIC] Hoy hablaremos de los sesgos habituales en la planificación personal y financiera. Iremos viendo cuáles son estos sesgos y cuáles son los más importantes. Hablaremos de las etapas, la planificación personal y financiera tiene sesgos distintos en la etapa de ahorro y acumulación y también en la fase de desacumulación, una vez la persona jubilada. Ahorrando para el retiro. Los sesgos habituales se relacionan con, por una parte, la inconsistencia temporal o el aplazamiento. Segundo, con los distintos tipos de sobreconfianza. Y tercero, con el sesgo del cost-sunk o coste hundido. En cuanto a la inconsistencia temporal y el aplazamiento, ello incide en el ahorro de una manera negativa. El deseo de la gratificación inmediata desvaloriza la necesidad de ingresos futuros y dificulta dejar de consumir hoy para disponer en el futuro. Otro aspecto que incide negativamente en la decisión de ahorrar es el sesgo de anclaje en la situación actual, tanto económica como de salud. Por ejemplo, es difícil imaginarnos hoy que si tenemos un buen sueldo y nos despiden que en un nuevo empleo se nos pagará la mitad, o mucho menos, de lo que ahora cobramos. O también es difícil imaginar que, cuando seamos mayores, necesitaremos ayuda y atenciones, y que habrá que poderlas financiar. En cuanto a la sobreconfianza, ello incide en los resultados del ahorro a largo plazo. Podemos tener sobreconfianza por ejemplo nuestra capacidad de invertir, invertir más de lo que nos conviene. En la neutralidad de los asesores, que sean neutrales y resulta que no lo son. Y también en los resultados pasados que hemos obtenido. El sesgo de los supervivientes hace que nos enteremos del amigo que gana en bolsa. Esto, cuando alguien gana siempre lo comunica, por lo tanto, de ello siempre nos enteramos. Pero no nos enteramos de los diez que pierden. También todo esto hace que pensemos que nosotros ganaremos, si nosotros invertimos y nuestro amigo ha invertido y ha ganado seguro que nosotros también. Y además los asesores nos cobran comisiones por el riesgo, pero este riesgo siempre es a nuestro cargo porque ellos en realidad son indiferentes a nuestra pérdida. Sesgo del coste hundido, una vez se ha iniciado una inversión o hemos decidido algo que vamos a invertir, cuesta reconocer que nos hemos equivocado y que esta no ha sido adecuada. Nos fijamos más en lo que nos ha sucedido previamente que en el camino hacia donde vamos. ¿A dónde nos lleva esto? A que, por ejemplo, este sesgo del coste hundido, que además se refuerza mucho con el anclaje, sea habitual que un inversor que ve cómo sus acciones bajan de valor aproveche justamente para comprar más. Porque para él ahora están más baratas que al principio cuando las compró, que las compró más caras y no se fija en cambio que el valor objetivo que en ese momento tienen es bajo y que a lo mejor no subirán sino todo lo contrario, que puede que bajen más. En cuanto a los sesgos habituales, estos se relacionan con el endowment effect o efecto dotación. ¿Qué quiere decir esto? Pues que normalmente hace que valoremos más nuestra propiedad o esfuerzo que lo que nos ofrecen a cambio. Por ejemplo, cuando queremos vender algo nuestro, siempre sobrestimamos el valor. Por ejemplo, queremos vender nuestro coche de segunda mano. Todos sobrevaloramos lo que nos pueden dar por él, pensamos que pueden darnos una cantidad importante, cuando a veces, incluso, ni que lo regalemos, nos lo van a comprar. También ocurre con nuestros libros. Por ejemplo, pueden tener un valor muy importante para nosotros, pueden haber sido muy importantes, algo que realmente lo valoramos por el servicio que nos han hecho. Pero, si estos libros se echan a perder en una inundación, nos lo pagarán a precio de papel. Desacumulando en la jubilación. Ello viene condicionado por estos sesgos habituales. La desacumulación óptima, ¿cuál sería esta desacumulación óptima? Consistiría en transformar nuestros bienes en ingresos periódicos garantizados durante toda nuestra vida. Como hace el Estado cuando nos transforma nuestras aportaciones hasta la jubilación en una pensión vitalicia. De manera que tenemos garantizada esta pensión, sin tener que preocuparnos. En cuanto al endowment effect o el efecto dotación. A lo largo de los años el endowment distorsiona el esfuerzo que hemos realizado pagando impuestos y ahorrando. Por lo tanto, difícilmente vamos a querer desprendernos de nuestros bienes al jubilarnos. Se refuerza este sesgo con el sesgo del status quo, de preferir siempre al estado actual a cualquier cambio. ¿Por qué? Porque en general todos los cambios nos asustan, siempre preferirnos quedarnos con lo conocido. Hay personas que creen tener derecho a una mejor pensión pública porque han cotizado muchos años. Han trabajado mucho, han cotizado muchos años según ellos, y, por lo tanto, pueden hacer la afirmación, sin ninguna base financiera ni de probabilidad, de que tienen que tener una buena pensión. Seguramente, en cambio, si esas aportaciones las hubiesen gestionado ellos a un nivel privado. Con el incremento de la supervivencia hoy no podrían comprarse la pensión pública que les paga el Estado. Vamos a hablar del framing. El framing o estructura es en la forma en que se nos presentan los hechos, los datos. Como, afortunadamente, no sabemos cuántos años vamos a vivir una vez jubilados, cualquier decisión en el momento de desinvertir de una u otra manera, siempre va a estar muy influida por cómo se nos presenta la alternativa. El framing y las demandas de rentas vitalicias. En ocasiones un mismo producto puede ofrecerse con enfoques diferentes y la aceptación es distinta. La renta vitalicia, por ejemplo, como producto de consumo, son atractivas porque garantizan poder seguir consumiendo en el futuro, antes lo hemos explicado, nos garantizan esta pensión. Pero, como inversión, no suele ser un producto que nos atraiga porque nos fijamos normalmente en la rentabilidad que nos produce, y esta es baja.